En la primera edición
olímpica, Grecia se volcó en todos los aspectos: cuestaciones masivas, apoyo financiero
de magnates locales, el soporte del gobierno y del rey Jorge (Georgios I, que nació en
Dinamarca) y gran asistencia de público. El diploma a los primeros clasificados
estaba escrito en griego con una representación de Niké y del Partenón y una
alegoría de Hellas. También en griego estaban las entradas para los
espectadores y todo cartel informativo utilizado. El rey inauguró los JJOO en
una ceremonia de apertura dominada por la bandera nacional griega. Y el día
elegido para esa ceremonia fue el 25 de marzo, es decir, el día que se
conmemoraba el 75º aniversario del estallido de la guerra por la independencia
griega frente a los turcos otomanos. El día nacional de Grecia. Según el
calendario ortodoxo, pues según el occidental era el 5 de abril (desfase que provocó
que varios atletas extranjeros llegasen tarde). Todo ello contribuyó a una
atmósfera muy helénica en la primera edición, más parecida al panhelenismo
antiguo que al internacionalismo pretendido por Coubertin.
El lugar donde se
realizaron la ceremonia y donde se disputaron la mayoría de deportes fue el
Estadio Panathinaikó, edificado en el siglo VI a.C. durante el gobierno de Pisístrato
para celebrar los Juegos Panatenaicos en honor a Atenea, reconstruido en mármol
tras la conquista de Atenas por Alejandro Magno y vuelto a reconstruir gracias al
dinero de Averoff, un rico griego. Las Panateneas, totalmente independientes de
las Olimpiadas, fueron organizadas en Atenas desde las reformas de Solón con un
carácter sacro y político con competiciones atléticas, ecuestres, de lucha y
musicales (Kyle 2007, 152-166). Igual que en la elección de sede, con Atenas en
vez de Olimpia, se hacía una tergiversación del pasado olímpico mezclándolo con
la gloria de la Atenas clásica. El himno compuesto para la apertura, convertido
muchos años después en el oficial del COI, es una oda totalmente idealizada al
olimpismo de la Antigüedad. Palamas, su autor, se inspiró en los poemas a
Olimpia de Píndaro.
El cartel de Atenas
1896, en realidad la cubierta del Informe General, era una síntesis de la
epopeya olímpica donde se aparecían los años 776 y 1896, una imagen de
Heracles, el templo ateniense de Zeus Olímpico, el Partenón, el Estadio
Panathinaikó recién restaurado, una columna de orden jónico, una muchacha con
las ropas tradicionales (decimonónicas) griegas que simbolizaba a Atenea, diosa
poliada ateniense, y no Zeus, a quien estaba consagrado el satuario de Olimpia
y dos frases: Ολυμπιακοι αγονες y Jeux Olympiques. La medalla también se basaba
en la iconografía clásica, con la cabeza de Zeus portando en su mano a la diosa
Niké en el anverso y la Acrópolis con el Partenón en el reverso. Se alternaban
elementos de la distante Olimpia con los de la capital de una nación que tres
cuartos de siglos antes se independizaba (Martínez Gorroño 2005, 268-269;
Miller 2004, 96-97).
Ni en esta edición,
ni en la siguiente, hubo tres medallas otorgadas a los tres primeros
clasificados de cada prueba. En la línea citada del amateurismo como ideal
olímpico, el oro se consideraba un signo de opulencia, de modo que sólo se
entregaba una medalla de plata al primer clasificado y una de bronce al segundo
(una novedad premiar a alguien que no fuese al campeón, algo que no se produjo
en ninguno de los agones antiguos).
Pero desde San Luis 1904 sí que se decidió entregar medallas de oro, plata y
bronce a los tres primeros clasificados. La razón de elegir esta gradación
entre los tres metales, como paralelo a los méritos deportivos, se recogió del
mito de las Edades del poeta épico Hesiodo. Aunque su relato no tenía nada que
ver con el agonismo, sino que se encuadraba en el catálogo de leyendas
mitológicas de los 'Trabajos y los Días', a los fundadores del olimpismo
moderno les resultó atractivo asemejar un vencedor olímpico con el hombre de la
primera edad de oro, al subcampeón con el de la segunda edad de plata y al
tercero con el de la tercera edad de bronce (Buitrón y Riego 2004, 42; Hesiodo Trab. y días 109-202).
Las actas del
Congreso de 1894 recogen la necesidad de desarrollar en los JJOO modernos un
programa que mezclara pruebas de la Antigüedad, o al menos inspiradas, y
deportes contemporáneos: “¿Qué deportes,
ya sea de tradición antigua o actuales, pueden ser incluidos en los Juegos
Olímpicos? (…) el Sr. Coubertin señaló, con relación a los antiguos ejercicios
físicos y los modernos, que muchos deportes que eran desconocidos para los
griegos deberían incluirse en la competición, como el remo”. Si 23 eran las
pruebas que en el 200 a.C. que integraban el programa de Olimpia, se quiso
hacer corresponder las carreras stadion,
diaulos y dolichos, el salto de longitud y los lanzamientos con las pruebas
del atletismo, palé con la lucha y
las diversas carreras de caballos y carros con las tres pruebas de hípica
(saltos, doma y concurso completo). El pugilato, que correspondería con el
boxeo, no fue introducido en el programa olímpico hasta 1904 (Wallechinsky y
Loucky 2008).
El pentathlon, que reunía las cinco
cualidades que debía distinguir a un stratiotes
griego (correr, luchar, saltar, lanzar una lanza y un disco) fueron
reconvertidas en el pentatlón moderno en 1912, creación personal de Coubertin
con las cualidades que, según él, estaban presentes en el buen soldado de la
época (correr, nadar, montar en caballo, disparar una pistola y combatir con
espada). La gimnasia, tomándose el modelo practicado en Alemania, era un guiño
cogido ‘por los pelos’ al gymnasion
griego. Los deportes modernos que se incluyeron fueron ciclismo, esgrima, tiro
con armas de fuego, natación, vela (sólo para miembros de la Marina griega),
tenis y halterofilia.
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Spiridon Louis, galardonado como ganador de la primera maratón (fuente: IOC) |
Las dos pruebas que
más expectación causaron entre el público griego, creadas ex profeso y desconocidas hasta esos JJOO, fueron el lanzamiento
de disco y el maratón. Buscaban un nexo más con los antiguos ancestros helenos.
El disco, por la enorme fuerza simbólica que transmitía la escultura del
Discóbolo de Mirón, resultó una seria decepción para los espectadores ya que
ganó un estadounidense. Por contra, el griego Spiridon Louis se convirtió en un
verdadero héroe nacional tras vencer en la carrera de maratón. Esta prueba no
fue un vínculo que se fabricó con el deporte de la Grecia antigua, sino con uno
de los momentos claves del siglo V a.C.: las Guerras Médicas. Más exactamente,
cuando tras la batalla de Maratón el mensajero Filípides corrió al asty de Atenas para anunciar la victoria
sobre los persas. No fue una gesta deportiva ni olímpica, sólo un hecho bélico
ensalzado por la Atenas clásica del que se haría eco la nación de Grecia en
1896. El filólogo Bréal aconsejó introducir 40 km de carrera pensando en aquel
hoplita para reforzar el legado clásico en ese nuevo olimpismo.