En
los dos poemas épicos atribuidos tradicionalmente a Homero y referentes de la
literatura griega, la ‘Ilíada’ y la ‘Odisea’, se encuentran las dos primeras
referencias literarias de la Historia al atletismo griego. Homero nunca menciona
los Juegos Olímpicos, ya que se trataría de un anacronismo, pero sí que
describe con gran rigor los distintos tipos de competiciones atléticas y la
naturaleza social de quienes las practican. En el canto 23 de la ‘Ilíada’
aparecen, dentro de las honras funerarias ofrecidas a Patroclo, asesinado por
el troyano Héctor, ocho competiciones atléticas en la que los héroes aqueos se
enfrentan entre sí para obtener algún premio (Homero, Iliada 23, 256 – 897).
Acorde a la naturaleza épica y guerrera de este poema heroico, donde los
protagonistas son príncipes y reyes, el contexto de estas competiciones no se
contradice en absoluto con este ambiente. Todos los hombres que compiten en
estos juegos funerarios organizados por Aquiles son caudillos y monarcas de los
reinos aqueos que asediaban Troya.
Games in Honour of Funeral of Patroclus, por Carle Vernet |
Se
esfuerzan por alcanzar el premio estipulado que no es sino poder demostrar ser
poseedores de la excelencia y la areté que se les supone por su condición. Quien
venciera confirmaba ser un aristos (el mejor) miembro de los aristoi (las
familias aristocráticas). La prueba que mayor protagonismo adquiere para Homero
fue la carrera de carros tirados por dos caballos, un evento ecuestre en el que
participaron cinco reyes. En el resto de competiciones fueron igualmente los
reyes aqueos quienes compitieron por aumentar su nobleza y quedarse con alguno
de los ricos premios (Crowther 2007 p. 42; Kyle 2007 p. 77; Miller 2004, pp.
1-11).
En
la ‘Odisea’, el otro poema épico atribuido a Homero que probablemente se
redactó durante el siglo VIII[1], y que se centra en el viaje del rey de Ítaca
Ulises para regresar a su palacio, se vuelven a describir actividades atléticas
con unas connotaciones sociales claramente elitistas. Un Ulises náufrago llega
a una isla desconocida pero donde sus habitantes, los feacios, lo reciben con
gran hospitalidad, llegando a organizar un banquete y un concurso atlético en
su honor organizado por el rey de los feacios (Homero, Odisea 8, 100 – 214). El
hijo de éste invita al extranjero a participar en las pruebas, y Ulises, aunque
reacio al principio, acaba aceptando para que no se tenga duda de su nobleza.
Efectivamente, el rey de Ítaca acaba demostrando ser un aristos cuando en el
lanzamiento de disco vence sin que ningún otro consiga acercarse.
En
los siglos IX y VIII a.C. en Grecia se fue configurando la polis
(ciudad-estado) como modelo territorial, político y social en un proceso
dirigido por la cúspide de la sociedad. Aquellas familias aristocráticas que
durante el primer Arcaísmo estaban acaparando el poder social, político y
religioso (los agones eran manifestaciones religiosas en santuarios como
Olimpia o Delfos) habiendo heredado las prebendas de unas viejas monarquías que
iban mutando en estas aristocracias, paralelamente a esa configuración de la
polis griega. La propia ciudad de Elis, encargada de administrar la vida del
santuario, fomentó a posteriori un origen mítico y regio de los Juegos
Olímpicos. Este mito, transmitido por Pausanias, narra cómo el Oráculo de
Delfos sugirió al rey Ífitos de Elis instaurar los Juegos de Olimpia (Pausanias
5, 20, 1).
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