Además de los
espectáculos originales, las ceremonias de apertura también contienen
tradiciones fijas. No tienen legado clásico alguno, siendo inventadas en las primeras
ediciones del siglo XX. Probablemente, la tradición más conocida y popular sea
el desfile de los países participantes, cuyo único guiño a la Antigüedad es el
de otorgar a Grecia el honor de ser la primera nación en aparecer. A su vez, es
el país anfitrión el que cierra el desfile. Habiendo caído ya la noche aquel 25
de julio barcelonés, fue durante este desfile cuando se produjo una de las
imágenes más reprentativas de la ceremonia y probablemente de todos los Juegos
del 92. Los deportistas españoles, como anfitriones de éstos, fueron los
últimos en aparecer en la pista del Estadi de Montjuïc, y a la cabeza de ellos,
ondeando la bandera española, iba el príncipe Felipe. Ese instante, seguido por
el de su hermana la infanta Elena llorando emocionada en el palco, forma parte
de los momentos más representativos de nuestra historia más reciente. Aún hoy,
más de dos décadas despúes, es habitual ver repetidas en televisión estas
imágenes del Príncipe de Girona como abanderado en la ceremonia de apertura.
Otra tradición
de gran importancia en estas ceremonias es el del discurso de apertura de los JJOO
a cargo del jefe de estado del país organizador. Aquel día de julio, el rey
Juan Carlos I, desde el palco del Estadi, pronunció la siguiente fórmula:
“benvinguts tots a Barcelona. Hoy, 25 de julio del año 1992, declaro abiertos los Juegos Olímpicos de la XXV Olimpiada de la Era Moderna”. Los Juegos de Barcelona 1992 quedaban inaugurados de forma oficial con
estas palabras. De este modo, se produjeron en el transcurso de esta ceremonia
de apertura uno de los momentos que siempre irá asociados al reinado de Juan
Carlos I. En especial, como ya se ha indicado, el recuerdo del príncipe Felipe
al frente de los deportistas españoles.
Pero esta
aparición de la familia real española no era inédita en unos Juegos Olímpicos.
Ni fue la primera vez que los Borbón tomaban parte en una ceremonia de apertura
olímpica, ya que la infanta Cristina fue la abanderada española en el desfile
de Seúl 1988, ni se trata de un raro caso de vinculación entre la realeza y el
olimpismo. La historia de éste está plagada de personajes de sangre azul, un
hecho que se remonta a los mismos orígenes del agonismo griego. El santuario de
Olimpia fue testigo de la presencia de muchos monarcas, desde reyes de época
arcaica hasta emperadores romanos. Es muy posible que el alto prestigio social
que han caracterizado las competiciones olímpicas, uno de los rasgos más
notorios que ha heredado el olimpismo moderno del antiguo, explique que también
haya sido abundante la presencia de monarcas desde los JJOO de 1896 hasta la
actualidad.
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