martes, 3 de diciembre de 2013

La llama olímpica y la ceremonia de apertura de Atenas 2004


El 25 de marzo de 2004, otra vez el día nacional de Grecia y en las ruinas del antiguo santuario de Olimpia, se realizó una ceremonia en la que una sacerdotisa, papel interpretado por una actriz griega, vestida con túnica blanca como otras actrices, se dirigió a los restos del templo de la diosa Hera. Allí, tras pedir al dios Apolo (sin ninguna vinculación con este santuario, aunque sí con el de Delfos) que alumbrase los Juegos, la sacerdotisa procedió a encender la antorcha al hacer converger los rayos del sol sobre un espejo cóncavo. Luego, otro actor también griego leyó: “aquí renacerá la luz con una chispa de Dios, partirá y correrá fuera de Olimpia llevando el gran mensaje de unidad de los pueblos y paz en el mundo” (El País, 26 de marzo 2004). Durante los próximos meses, esa antorcha encendida recorrería 34 ciudades del mundo y los cinco continentes hasta llegar el 13 de agosto al Estadio Olímpico como punto culminante de la ceremonia de apertura (Guía Marca de Atenas 2004, 28).
Los anillos, 'encendidos' desde Olimpia (fuente: IOC)
La tradición del encendido de la antorcha olímpica en Olimpia se remonta a los Juegos de Berlín 1936, cuando su organizador Carl Diem, inmerso en la magnificencia del nazismo y a la vez estudioso de los orígenes indoeuropeos del mundo griego, quiso potenciar la relación entre las pruebas olímpicas antiguas y las modernas introduciendo ese relevo de antorchas entre Olimpia y la ciudad organizadora. Sin embargo, esa idea no fue tomada de los Juegos Olímpicos antiguos, sino de unas carreras de antorchas que se celebraban en otras pruebas atléticas del mundo griego y que relatan varios autores antiguos (Pausanias 1, 30, 2).
En el ya mencionado 13 de agosto de 2004 se realizó en el Estadio de Atenas la ceremonia de apertura, el momento más emblemático y representativo de toda edición olímpica, y donde el país organizador suele preparar un inmenso espectáculo en el que deja constancia de sus rasgos culturales más típicos. Evidentemente, un país cuya formación de una identidad nacional tanto bebe del pasado (Hamilakis 2007, 57-124), y que por el peso de ese pasado había recibido la organización de los JJOO, no podía omitirlo en el evento más visto por televisión en todo el planeta. De esta ceremonia, tres me parecen que fueron los momentos en que el nexo entre la Historia griega antigua y la República de Grecia estaban más acentuados.
El primero de esos momentos hacía referencia a la relación existente entre las Olimpiadas antiguas y las actuales. En el videomarcador se veían imágenes aéreas del valle del Alfeo, deteniéndose el vuelo en el estadio de Olimpia donde se diputaban los agones atléticos. Allí había un percusionista, tocando un tambor tradicional griego. Surgía la réplica de otro percusionista que estaba en el mismo Estadio de Atenas en la orilla de la laguna artificial que se hubo montado donde normalmente está el césped. Ambos comenzaron a tocar sincronizados un ritmo griego, hasta que el hombre en Olimpia golpeó con fuerza el instrumento apareciendo de pronto una llama de ese videomarcador que volaba hacia la superficie de la laguna, prendiendo sobre el agua los cinco aros olímpicos hechos en fuego. La llama pasó del estadio de Olimpia al de Atenas. Así, se transmitía el mensaje de que los JJOO actuales son herederos directos de los que empezaron a disputarse en el siglo VIII a.C. (como una alianza de fuego, se podría decir). Y los dos Juegos forman parte de la identidad griega, simbolizada por los dos músicos.
Otro momento, centrado en el legado mítico, artístico y escultórico de la Grecia antigua, consistió en una mujer recitando un poema mientras sujetaba un busto de época clásica. Detrás de ella, un centauro (la criatura mitológica que en los tiempos primigenios fue protagonista de la Centauromaquia, donde fue derrotada por el héroe mítico ateniense Teseo) simulaba estar cazando internándose lentamente y con cautela en la laguna. Arrojó una lanza hacia el centro del estanque, punto del que iba emergiendo una reproducción gigantesca de una cabeza de la cultura cicládica, exactamente del periodo cultural Keros-Syros. La cabeza se fraccionó, apareciendo de su interior un kouros, la estatua masculina característica del Arcaísmo. Ésta también se dividía, y aparecía otra escultura masculina pero ahora con la famosa técnica de la curva praxiteliana, que empleó el artista Praxíteles en el siglo IV a.C. Todos esos fragmentos que formaban las estatuas se fueron diseminando sobre la superficie del agua, dando a entender que son las islas del mar Egeo. A continuación, un actor vestido como Eros, el dios del amor y la atracción sexual, sobrevolaba esas ‘islas’.
El momento de la ceremonia que hubo un uso más intenso de la Antigüedad y la Historia griega para enlazarlas con el presente fue la performance titulada Clepsydra (el reloj de agua que empleaban los antiguos griegos). Siguiendo una progresión cronológica, iban desfilando numerosos actores que representan los momentos más significativos de Grecia, empezando por el mundo minoico y acabando en el siglo XX. Tratándose del espectáculo con el que los griegos querían mostrar su mejor imagen al mundo, escogieron aquellos momentos que más enorgullecen a los griegos de hoy y se omitieron otros que no resultan tan gloriosos o en los que un imperio extranjero dominaba lo que es hoy Grecia. Y como demuestra Hamilakis en su ensayo, los episodios más esplendorosos para el nacionalismo griego, y que son en los que se centra el desfile, resultan ser la Antigüedad y el Clasicismo, la etapa bizantina y la configuración nacional tras la independencia de 1822 (Hamilakis 2007, 287-302).
Enumeraremos los sucesos históricos y las etapas culturales que iban apareciendo a lo largo del desfile:
– Las escenas cretenses pintadas en los frescos del palacio de Cnosos disfrutan de bastante atención (siglos XVII a XV).
– El militarismo micénico a través de la máscara de Agamenón (siglos XIV a XII).
– La cultura material caracterizada por la cerámica geométrica (siglos IX y VIII).
– Las esculturas arcaicas de kouroi y korai (siglos VII y VI).
– Las representaciones teatrales (siglo V).
– La producción escultórica más célebre de Fidias junto la obra monumental de la Acrópolis ateniense con el Auriga de Delfos al final (también siglo V).
– Los agones atléticos, hípicos y luctuorios, en clara referencia a las Olimpiadas (aparece junto al esplendoroso Clasicismo, a pesar de que el santuario tiene sus orígenes en la Época Oscura y su fin en tiempos del cristianismo).
– La expedición militar de Alejandro Magno (del 336 al 323).
– Las estatuillas de Tanagra (siglo IV a.C.).
– La Iglesia cristiana de Oriente, el monacato, San Jorge y en general una alegoría del Cristianismo como religión de Bizancio, con el marco de la arquitectura bizantina (siglos IV a XV).
– Los militares que lucharon por la independencia de Grecia (la guerra estalló en 1821 y el Reino de Grecia fue definitivamente reconocido en 1832).
– El folclore griego de este siglo XIX en que vio la luz la nueva nación.
– Los Juegos Olímpicos de 1896.
– La cultura griega a comienzos del siglo XX
– Finalmente, María Callas (la diva falleció en 1977).
Estatuas korai, periodo arcaico (fuente: IOC)

La selección de motivos resultó altamente interesada, destacando las ausencias de aquellos episodios que no son motivo de honra para el patriotismo griego. Hay un vacío absoluto desde el Alejandro hasta que con Teodosio I el Imperio Romano es oficialmente cristiano. Ninguna alusión a los reinos helenísticos ni a Roma. E igual sucede con los casi cuatro siglos bajo el Imperio Otomano. Tratándose de la ceremonia de apertura olímpica, se da especial relevancia a los Juegos de la Antigüedad y los de 1896, que son los que legitiman a Grecia como madre del olimpismo. Es notable que, aun habiéndo existido durante un milenio los agones de Olimpia, se datan en el Clasicismo y además éste se centra en las manifestaciones atenienses. En definitiva, se optó por hacer un espectáculo selectivo y acorde a los gustos occidentales, con la intención de vender Grecia como un país moderno y pujante y con un pasado cuidadosamente selectivo. Por el contrario, la ceremonia de clausura prefirió mostrar más la verdadera esencia cultural griega sin ocultar las influencias orientales (Kokkinidou 2011, 250).

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