martes, 10 de diciembre de 2013

Los deportes del 2004: guiños a la Grecia antigua


Sobre los símbolos más destacados de los JJOO, por ejemplo la ceremonia de entrega de medallas a los vencedores y la mascota que busca dar un toque divertido, también se recurrió al atractivo poder sentimental de la Antigüedad griega. Como mascotas se eligió una pareja de niños llamados Phevos (por Febo, uno de los epítetos de Apolo que hacía referencia a su rol como dios de la luz) y Athena (por Atenea, la diosa protectora de la polis de Atenas). El diseño recuerda claramente las figuritas de terracota del siglo VII a.C. de cuerpo acampanado llamadas daidala y que eran usadas como representación de Atenea con rostro de lechuza. Oficialmente, el significado de las mascotas era exhibir el valor de la raza humana para conmemorar la humanidad que siempre ha sido el alma de los Juegos Olímpicos (a pesar de que los de la Antigüedad, celebrados en un santuario, tenían como sentido fundamental el culto a Zeus).
Las medallas, que desde la primera edición de 1896 son el trofeo que premian a los tres primeros clasificados en cada prueba olímpica, mantenían desde 1928 el diseño que Cassioli creó empleando como motivos la diosa Niké (para los griegos, personificación de la victoria) sentada mientras en una mano sostiene una palma y en la otra una corona vegetal como la que premiaba a los que vencían en los cuatro certámenes atléticos griegos, viéndose detrás el lateral de un anfiteatro romano. Para 2004, se innovó con un nuevo diseño realizado por la griega Votsi, en el que se representaban tres elementos de la Grecia clásica para insistir en el origen helénico de los Juegos.
Se mantuvo la diosa Niké, aunque cambiada porque se mostraba la escultura helenística de la Victoria alada de Samotracia. Y en el anverso estaba también el Estadio Panathinaikó, sede de los Juegos Panatenaicos en honor a Atenea vuelto a reconstruir con motivo de los JJOO de 1896. En el reverso aparecían inscritos los dos primeros versos del octavo poema de Píndaro en honor a Olimpia (Píndaro Odas Olímpicas 8), en donde el poeta clásico invoca al santuario como si se tratase de una divinidad que muestra las verdaderas cualidades de un individuo. Además, en la ceremonia de entrega de medallas se innovaría añadiendo el hecho de ceñir la cabeza de los premiados con una corona de hojas de olivo. La corona de olivo era el premio en los Juegos de Olimpia, de laurel en los Píticos de Delfos, de pino en los Ístmicos de Corinto y de apio silvestre en los Nemeos. Esas coronas se armaban con las ramas del árbol sagrado de la divinidad a la que estaba dedicado cada santuario, un objeto modesto pero cargado de una sacralidad de la que careció en la Grecia del 2004 (Salvador 2009, 84-85).
Durante las mismas pruebas deportivas se quiso imbuir a los Juegos de ese barniz histórico y clásico con el que se diseñaron el ceremonial, la iconografía y demás aspectos, eligiendo escenarios de la Antigüedad para algunas de las pruebas más ligadas a la esencia olímpica contemporánea. Los organizadores quisieron llevar parte del atletismo a lo que queda del estadio de Olimpia, donde se celebraban los agones atléticos. Aunque esperaban poder celebrar ahí el lanzamiento de disco, como recuerdo del lanzamiento de dískema, una de las cinco pruebas que integraban el pentatlón, las dimensiones del recinto y las marcas que se alcanzan en esa prueba (el récord mundial supera los 74 m) hacía vulnerables los laterales, poniendo en peligro a los espectadores. De ese modo, se celebraron en Olimpia las pruebas masculina y femenina del lanzamiento de peso, prueba que no existía en la Antigüedad pero que era la más indicada por las características del espacio.
Adam Nelson, vencedor del peso en Olimpia (fuente: IAAF)
La carrera del maratón se ha ido celebrando en todas las ediciones de los JJOO, alcanzado tales cotas de espectáculo y leyenda que desde pronto se convirtió en la prueba olímpica tradicional por antonomasia. Es la última competición a disputar antes de la ceremonia de clausura, la culminación tras dos semanas de deportes. La carrera de 2004 siguió el mismo recorrido que en 1896, comenzando en Maratón, donde se alcanzó la victoria griega contra los persas, y concluyendo en el Estadio Panathenaikó. Volvía a recorrerse la distancia que completó aquel soldado elevado a héroe como símbolo de la gesta militar de Atenas antes el Imperio Persa. Pero todo el significado histórico quedó eclipsado por el incidente protagonizado por un sacerdote irlandés, que atacó al brasileño De Lima, que iba primero a falta de 7 km pero que perdería las opciones al oro tras el ataque. El COI, como acto de reconciliación, otorgó al atleta la medalla Pierre de Coubertin (Wallechinsky y Loucky 2008, 154).
Paolo Bettini y S. Paulinho, oro y plata, con la Acrópolis detrás (fuente: IOC)
El mar y la navegación, factores esenciales del esplendor de Atenas durante su hegemonía en la Liga Ático-Délica del siglo V a.C., estuvieron presentes en el deporte de la vela, cuyas regatas se llevaron a cabo en el golfo Sarónico, entre la isla de Salamina y la costa occidental del Ática. Para el ciclismo se seleccionó un duro circuito por el centro histórico de Atenas, con subidas a la colina Lycabetous y al Acrópolis. Los ciclistas pasaban junto al Partenón, siendo la parte de la competición más fotografiada cuando dejaban atrás el famosísimo templo.

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