martes, 10 de diciembre de 2013

Los deportes del 2004: guiños a la Grecia antigua


Sobre los símbolos más destacados de los JJOO, por ejemplo la ceremonia de entrega de medallas a los vencedores y la mascota que busca dar un toque divertido, también se recurrió al atractivo poder sentimental de la Antigüedad griega. Como mascotas se eligió una pareja de niños llamados Phevos (por Febo, uno de los epítetos de Apolo que hacía referencia a su rol como dios de la luz) y Athena (por Atenea, la diosa protectora de la polis de Atenas). El diseño recuerda claramente las figuritas de terracota del siglo VII a.C. de cuerpo acampanado llamadas daidala y que eran usadas como representación de Atenea con rostro de lechuza. Oficialmente, el significado de las mascotas era exhibir el valor de la raza humana para conmemorar la humanidad que siempre ha sido el alma de los Juegos Olímpicos (a pesar de que los de la Antigüedad, celebrados en un santuario, tenían como sentido fundamental el culto a Zeus).
Las medallas, que desde la primera edición de 1896 son el trofeo que premian a los tres primeros clasificados en cada prueba olímpica, mantenían desde 1928 el diseño que Cassioli creó empleando como motivos la diosa Niké (para los griegos, personificación de la victoria) sentada mientras en una mano sostiene una palma y en la otra una corona vegetal como la que premiaba a los que vencían en los cuatro certámenes atléticos griegos, viéndose detrás el lateral de un anfiteatro romano. Para 2004, se innovó con un nuevo diseño realizado por la griega Votsi, en el que se representaban tres elementos de la Grecia clásica para insistir en el origen helénico de los Juegos.
Se mantuvo la diosa Niké, aunque cambiada porque se mostraba la escultura helenística de la Victoria alada de Samotracia. Y en el anverso estaba también el Estadio Panathinaikó, sede de los Juegos Panatenaicos en honor a Atenea vuelto a reconstruir con motivo de los JJOO de 1896. En el reverso aparecían inscritos los dos primeros versos del octavo poema de Píndaro en honor a Olimpia (Píndaro Odas Olímpicas 8), en donde el poeta clásico invoca al santuario como si se tratase de una divinidad que muestra las verdaderas cualidades de un individuo. Además, en la ceremonia de entrega de medallas se innovaría añadiendo el hecho de ceñir la cabeza de los premiados con una corona de hojas de olivo. La corona de olivo era el premio en los Juegos de Olimpia, de laurel en los Píticos de Delfos, de pino en los Ístmicos de Corinto y de apio silvestre en los Nemeos. Esas coronas se armaban con las ramas del árbol sagrado de la divinidad a la que estaba dedicado cada santuario, un objeto modesto pero cargado de una sacralidad de la que careció en la Grecia del 2004 (Salvador 2009, 84-85).
Durante las mismas pruebas deportivas se quiso imbuir a los Juegos de ese barniz histórico y clásico con el que se diseñaron el ceremonial, la iconografía y demás aspectos, eligiendo escenarios de la Antigüedad para algunas de las pruebas más ligadas a la esencia olímpica contemporánea. Los organizadores quisieron llevar parte del atletismo a lo que queda del estadio de Olimpia, donde se celebraban los agones atléticos. Aunque esperaban poder celebrar ahí el lanzamiento de disco, como recuerdo del lanzamiento de dískema, una de las cinco pruebas que integraban el pentatlón, las dimensiones del recinto y las marcas que se alcanzan en esa prueba (el récord mundial supera los 74 m) hacía vulnerables los laterales, poniendo en peligro a los espectadores. De ese modo, se celebraron en Olimpia las pruebas masculina y femenina del lanzamiento de peso, prueba que no existía en la Antigüedad pero que era la más indicada por las características del espacio.
Adam Nelson, vencedor del peso en Olimpia (fuente: IAAF)
La carrera del maratón se ha ido celebrando en todas las ediciones de los JJOO, alcanzado tales cotas de espectáculo y leyenda que desde pronto se convirtió en la prueba olímpica tradicional por antonomasia. Es la última competición a disputar antes de la ceremonia de clausura, la culminación tras dos semanas de deportes. La carrera de 2004 siguió el mismo recorrido que en 1896, comenzando en Maratón, donde se alcanzó la victoria griega contra los persas, y concluyendo en el Estadio Panathenaikó. Volvía a recorrerse la distancia que completó aquel soldado elevado a héroe como símbolo de la gesta militar de Atenas antes el Imperio Persa. Pero todo el significado histórico quedó eclipsado por el incidente protagonizado por un sacerdote irlandés, que atacó al brasileño De Lima, que iba primero a falta de 7 km pero que perdería las opciones al oro tras el ataque. El COI, como acto de reconciliación, otorgó al atleta la medalla Pierre de Coubertin (Wallechinsky y Loucky 2008, 154).
Paolo Bettini y S. Paulinho, oro y plata, con la Acrópolis detrás (fuente: IOC)
El mar y la navegación, factores esenciales del esplendor de Atenas durante su hegemonía en la Liga Ático-Délica del siglo V a.C., estuvieron presentes en el deporte de la vela, cuyas regatas se llevaron a cabo en el golfo Sarónico, entre la isla de Salamina y la costa occidental del Ática. Para el ciclismo se seleccionó un duro circuito por el centro histórico de Atenas, con subidas a la colina Lycabetous y al Acrópolis. Los ciclistas pasaban junto al Partenón, siendo la parte de la competición más fotografiada cuando dejaban atrás el famosísimo templo.

martes, 3 de diciembre de 2013

La llama olímpica y la ceremonia de apertura de Atenas 2004


El 25 de marzo de 2004, otra vez el día nacional de Grecia y en las ruinas del antiguo santuario de Olimpia, se realizó una ceremonia en la que una sacerdotisa, papel interpretado por una actriz griega, vestida con túnica blanca como otras actrices, se dirigió a los restos del templo de la diosa Hera. Allí, tras pedir al dios Apolo (sin ninguna vinculación con este santuario, aunque sí con el de Delfos) que alumbrase los Juegos, la sacerdotisa procedió a encender la antorcha al hacer converger los rayos del sol sobre un espejo cóncavo. Luego, otro actor también griego leyó: “aquí renacerá la luz con una chispa de Dios, partirá y correrá fuera de Olimpia llevando el gran mensaje de unidad de los pueblos y paz en el mundo” (El País, 26 de marzo 2004). Durante los próximos meses, esa antorcha encendida recorrería 34 ciudades del mundo y los cinco continentes hasta llegar el 13 de agosto al Estadio Olímpico como punto culminante de la ceremonia de apertura (Guía Marca de Atenas 2004, 28).
Los anillos, 'encendidos' desde Olimpia (fuente: IOC)
La tradición del encendido de la antorcha olímpica en Olimpia se remonta a los Juegos de Berlín 1936, cuando su organizador Carl Diem, inmerso en la magnificencia del nazismo y a la vez estudioso de los orígenes indoeuropeos del mundo griego, quiso potenciar la relación entre las pruebas olímpicas antiguas y las modernas introduciendo ese relevo de antorchas entre Olimpia y la ciudad organizadora. Sin embargo, esa idea no fue tomada de los Juegos Olímpicos antiguos, sino de unas carreras de antorchas que se celebraban en otras pruebas atléticas del mundo griego y que relatan varios autores antiguos (Pausanias 1, 30, 2).
En el ya mencionado 13 de agosto de 2004 se realizó en el Estadio de Atenas la ceremonia de apertura, el momento más emblemático y representativo de toda edición olímpica, y donde el país organizador suele preparar un inmenso espectáculo en el que deja constancia de sus rasgos culturales más típicos. Evidentemente, un país cuya formación de una identidad nacional tanto bebe del pasado (Hamilakis 2007, 57-124), y que por el peso de ese pasado había recibido la organización de los JJOO, no podía omitirlo en el evento más visto por televisión en todo el planeta. De esta ceremonia, tres me parecen que fueron los momentos en que el nexo entre la Historia griega antigua y la República de Grecia estaban más acentuados.
El primero de esos momentos hacía referencia a la relación existente entre las Olimpiadas antiguas y las actuales. En el videomarcador se veían imágenes aéreas del valle del Alfeo, deteniéndose el vuelo en el estadio de Olimpia donde se diputaban los agones atléticos. Allí había un percusionista, tocando un tambor tradicional griego. Surgía la réplica de otro percusionista que estaba en el mismo Estadio de Atenas en la orilla de la laguna artificial que se hubo montado donde normalmente está el césped. Ambos comenzaron a tocar sincronizados un ritmo griego, hasta que el hombre en Olimpia golpeó con fuerza el instrumento apareciendo de pronto una llama de ese videomarcador que volaba hacia la superficie de la laguna, prendiendo sobre el agua los cinco aros olímpicos hechos en fuego. La llama pasó del estadio de Olimpia al de Atenas. Así, se transmitía el mensaje de que los JJOO actuales son herederos directos de los que empezaron a disputarse en el siglo VIII a.C. (como una alianza de fuego, se podría decir). Y los dos Juegos forman parte de la identidad griega, simbolizada por los dos músicos.
Otro momento, centrado en el legado mítico, artístico y escultórico de la Grecia antigua, consistió en una mujer recitando un poema mientras sujetaba un busto de época clásica. Detrás de ella, un centauro (la criatura mitológica que en los tiempos primigenios fue protagonista de la Centauromaquia, donde fue derrotada por el héroe mítico ateniense Teseo) simulaba estar cazando internándose lentamente y con cautela en la laguna. Arrojó una lanza hacia el centro del estanque, punto del que iba emergiendo una reproducción gigantesca de una cabeza de la cultura cicládica, exactamente del periodo cultural Keros-Syros. La cabeza se fraccionó, apareciendo de su interior un kouros, la estatua masculina característica del Arcaísmo. Ésta también se dividía, y aparecía otra escultura masculina pero ahora con la famosa técnica de la curva praxiteliana, que empleó el artista Praxíteles en el siglo IV a.C. Todos esos fragmentos que formaban las estatuas se fueron diseminando sobre la superficie del agua, dando a entender que son las islas del mar Egeo. A continuación, un actor vestido como Eros, el dios del amor y la atracción sexual, sobrevolaba esas ‘islas’.
El momento de la ceremonia que hubo un uso más intenso de la Antigüedad y la Historia griega para enlazarlas con el presente fue la performance titulada Clepsydra (el reloj de agua que empleaban los antiguos griegos). Siguiendo una progresión cronológica, iban desfilando numerosos actores que representan los momentos más significativos de Grecia, empezando por el mundo minoico y acabando en el siglo XX. Tratándose del espectáculo con el que los griegos querían mostrar su mejor imagen al mundo, escogieron aquellos momentos que más enorgullecen a los griegos de hoy y se omitieron otros que no resultan tan gloriosos o en los que un imperio extranjero dominaba lo que es hoy Grecia. Y como demuestra Hamilakis en su ensayo, los episodios más esplendorosos para el nacionalismo griego, y que son en los que se centra el desfile, resultan ser la Antigüedad y el Clasicismo, la etapa bizantina y la configuración nacional tras la independencia de 1822 (Hamilakis 2007, 287-302).
Enumeraremos los sucesos históricos y las etapas culturales que iban apareciendo a lo largo del desfile:
– Las escenas cretenses pintadas en los frescos del palacio de Cnosos disfrutan de bastante atención (siglos XVII a XV).
– El militarismo micénico a través de la máscara de Agamenón (siglos XIV a XII).
– La cultura material caracterizada por la cerámica geométrica (siglos IX y VIII).
– Las esculturas arcaicas de kouroi y korai (siglos VII y VI).
– Las representaciones teatrales (siglo V).
– La producción escultórica más célebre de Fidias junto la obra monumental de la Acrópolis ateniense con el Auriga de Delfos al final (también siglo V).
– Los agones atléticos, hípicos y luctuorios, en clara referencia a las Olimpiadas (aparece junto al esplendoroso Clasicismo, a pesar de que el santuario tiene sus orígenes en la Época Oscura y su fin en tiempos del cristianismo).
– La expedición militar de Alejandro Magno (del 336 al 323).
– Las estatuillas de Tanagra (siglo IV a.C.).
– La Iglesia cristiana de Oriente, el monacato, San Jorge y en general una alegoría del Cristianismo como religión de Bizancio, con el marco de la arquitectura bizantina (siglos IV a XV).
– Los militares que lucharon por la independencia de Grecia (la guerra estalló en 1821 y el Reino de Grecia fue definitivamente reconocido en 1832).
– El folclore griego de este siglo XIX en que vio la luz la nueva nación.
– Los Juegos Olímpicos de 1896.
– La cultura griega a comienzos del siglo XX
– Finalmente, María Callas (la diva falleció en 1977).
Estatuas korai, periodo arcaico (fuente: IOC)

La selección de motivos resultó altamente interesada, destacando las ausencias de aquellos episodios que no son motivo de honra para el patriotismo griego. Hay un vacío absoluto desde el Alejandro hasta que con Teodosio I el Imperio Romano es oficialmente cristiano. Ninguna alusión a los reinos helenísticos ni a Roma. E igual sucede con los casi cuatro siglos bajo el Imperio Otomano. Tratándose de la ceremonia de apertura olímpica, se da especial relevancia a los Juegos de la Antigüedad y los de 1896, que son los que legitiman a Grecia como madre del olimpismo. Es notable que, aun habiéndo existido durante un milenio los agones de Olimpia, se datan en el Clasicismo y además éste se centra en las manifestaciones atenienses. En definitiva, se optó por hacer un espectáculo selectivo y acorde a los gustos occidentales, con la intención de vender Grecia como un país moderno y pujante y con un pasado cuidadosamente selectivo. Por el contrario, la ceremonia de clausura prefirió mostrar más la verdadera esencia cultural griega sin ocultar las influencias orientales (Kokkinidou 2011, 250).

jueves, 7 de noviembre de 2013

Los JJOO retornan a ¿su patria?: Atenas 2004


En 1996 el Movimiento Olímpico contemporáneo cumpliría 100 años, de modo que Atenas presentó su candidatura para celebrar esos JJOO. Aunque muchos ya asumían que acabaría acogiéndolos, fue vencida en la votación del COI por los 51 votos de la estadounidense Atlanta frente a 35 votos de Atenas. Sin embargo, la ciudad norteamericana quiso hacer un guiño a los griegos en esos Centennial Games haciendo disputar el fútbol en una ciudad llamada Athens del estado de Georgia, del que Atlanta es la capital.
Con vistas a 2004, Grecia quiso volver a acoger los JJOO aludiendo a su doble derecho histórico: por ser casa de los Juegos de la Antigüedad y de la primera edición moderna de 1896. La gran adversaria acabaría siendo la otra gran ciudad de la Antigüedad clásica, Roma, que precisamente hacía un uso interesado de ese pasado al elegir un dibujo del Coliseo como emblema de la candidatura. Atenas fue elegida en 1997 por el COI tras una intensa campaña en que recurrió, más que a describir las mismas instalaciones, a explotar la simpatía hacia la esplendorosa ciudad de la Antigüedad. Esa sensación de que el COI premiaba a Atenas más por su pasado más que por su mismo proyecto para los JJOO del 2004, queda plasmado en este artículo del New York Times publicado el día después de la elección:
The Olympics returned to the country of their ancient beginnings and the city of their modern revival when Athens was selected today by a surprisingly wide margin over Rome to be the host of the 2004 Summer Games. By a vote of 66 to 41, the members of the International Olympic Committee removed the sting of rejection that Athens felt seven years ago when Atlanta was chosen as host of the 1996 centennial Olympics. It was in Olympia, Greece, that the ancient Games began in 776 B.C., and it was in Athens that the modern Olympics were revived in 1896 (…) Once Athens demonstrated this preparedness, I.O.C. members felt they could make the sentimental choice to return the Olympics to their birthplace. ‘When you get on an equal plateau, you get the benefit of tradition and sympathy,’ said Dick Pound, an influential Canadian I.O.C. member. Carlos Ferrer, an I.O.C. member from Spain, said that after the transportation and technology problems in Atlanta, some of his colleagues felt guilty about not having awarded the centennial Games to Athens. Once the city proved capable of conducting the 2004 Games, he said, I.O.C. members ‘felt some indebtedness to Athens’”. (New York Times, 6 de septiembre 1997)
Aunque los atenienses habían renunciado a la soberbia y la falta absoluta de planificación que demostraron en la carrera por los Juegos de 1996, que ya creían suyos, justo antes de que empezaran los de 2004 se percibían “las preocupaciones que arroja un país que se encuentra en el vagón de cola de la UE, que ha tenido que modernizar todas sus infraestructuras para este gran evento y en el que aún olerá a pintura y alquitrán para el 13 de agosto [día de la ceremonia de apertura]”. Pero el comentario más habitual en casi todos los medios del planeta era la idea de que los Juegos retornaban a su tierra natal (Le Monde 15 de agosto 2004).
Esto decía el especial del diario Marca dedicado a Atenas 2004. Es decir, la elección de Atenas se debió más al peso de la Historia y del legado antiguo de la ciudad, que a su propio proyecto organizativo. El mismo presidente del COI, Jaques Rogge, lo confirmaba al declarar poco antes de ese día 13 que “Atenas 2004 es un agradecimiento a Grecia por inventar el Olimpismo” (Guía Marca de Atenas 2004, 6). En la Grecia contemporánea la cuestión de la identidad nacional y su necesidad de autoafirmarse frente a unos países europeos más poderosos, quizás añorando los gloriosos años de la hegemonía cultural antigua, fueron una razón suficiente para querer rentabilizar la organización de este evento mundial. Además de convertir los Juegos en una cuestión nacional, marginando las protestas contra el excesivo coste que implicaban, las autoridades y los medios de comunicación vincularon el éxito que supondrían con el resurgir de aquella Grecia gloriosa. Un ejemplo de ello es la repentina e improvisada iniciativa de construir museos arqueológicos y de arte por el país, que mostraran a todos los extranjeros que asistieran a Atenas 2004 el riquísimo legado de la cultura griega (Kokkinidou 2011, 249-251).

martes, 5 de noviembre de 2013

El Mare Nostrum durante Barcelona’92: la apertura


Durante la ceremonia de apertura, justo después de las actuaciones musicales y antes del defile de países y del encendido del pebetero, el grupo teatral La Fura dels Baus interpretó el espectáculo ‘El Mediterrani’, que ahondaba en la idea de unos JJOO ligados a este mar. El motivo oficial que inspiraba esta performance era el viaje de Heracles, el mítico héroe griego, “para conocer los límites del mundo”, según leían en el guión Matías Prats y Olga Viza presentando la retransmisión. Efectivamente, esta figura religiosa era el culto relacionado con las expediciones y colonizaciones por el Mediterráneo oocidental de los navegantes fenicios y griegos de los primeros siglos del I milenio a.C. (Melkart era la divinidad fenicia que los griegos sincretizaron como Heracles y los romanos como Hércules). Y añadían que en este viaje Heracles realizaba “la primera carrera olímpica que parte de Oriente a Occidente”, en referencia a que el poeta Píndaro lo consideró fundador del santuario de Olimpia y de sus Juegos para así honrar a su padre Zeus (Píndaro Odas Olímpicas 6, 65-70 y 10, 24-59).
En un estadio teñido de azul apareció un artefacto con forma humana y que representaba a Heracles en una doble tarea: competir contra otros atletas en esa primera competición de Olimpia y personificar las empresas colonizadoras que cruzaban el Mediterráneo para alcanzar la Península Ibérica. Al llegar al otro fondo del estadio, metáforas respectivas del lejano Estrecho de Gibraltar y de ese mar, el héroe se dispuso a separar las Columnas de Melkart, área en la que se asentaron los colonos fenicios desde el 1000 a.C. Esta región del Extremo Occidente quedaría abierta al comercio y la colonización de las civilizaciones greco-orientales (Domínguez Monedero 2001, 119-131).
El estadio, transformado en el antiguo Mediterráneo (fuente: Barcelona Olímpica)
Se trata de una escena para la cuál La Fura dels Baus emplearon una considerable documentación histórica con la que llevar a cabo una alegoría de la llegada de las civilizaciones greco-orientales a la Península. Aunque se trataba de establecer lazos entre Barcelona 1992 y los antiguos griegos, lo cierto es que en esta performance parecía darse todo el mérito a los helenos a pesar de la importancia colonizadora que también tuvieron los fenicios. De hecho, la ciudad de Barcelona fue fundada como Barkeno (Barcino bajo los romanos) por Cartago, la colonia fenicia en el actual Túnez. Más exactamente, fue el caudillo cartaginés Amílcar Barca quien creó un asentamiento aprovechando las ventajas militares de Montjuïc en el 230 a.C., antes de la II Guerra Púnica. Es decir, el espectáculo supo conjugar las dos tradiciones que atribuían a Heracles la fundación de Barcelona y la de los antiguos Juegos Olímpicos.
A continuación, La Fura dels Baus hicieron surcar ese “Mediterráneo, mar olímpico, mar de la civilización” por una embarcación que simbolizaba “las culturas mediterráneas” y los mencionados navegantes que desde Grecia y Oriente llegaron a las costas catalanas e ibéricas. Durante el duro viaje por lo que simulaba ser las aguas del mar, los actores debían afrontar los peligros que tanto temían los antiguos marineros, como las tormentas y los vientos adversos. Unos peligros que se endurecieron en forma de monstruos, bajo un planteamiento de “un combate entre el caos y la civilización, entre el bien y el mal”. Esta idea presente en la performance era un asunto recurrente en la imagen que tenían los griegos del Arcaísmo sobre la navegación por alta mar, marcada por el temor a lo desconocido. La obra literaria más emblemática de esta época, ‘La Odisea’, es un relato constante de los monstruos y peligros a los que se debió enfrentar el héroe griego en su regreso a Ítaca, como el temible cíclope Polifemo o el canto de las sirenas (Homero, Odisea 9, 177-535 y 12, 39-72).
La intención de relacionar Barcelona con el Mediterráneo antiguo y con los agones de Olimpia cuajó en los visitantes de todo el planeta que asisitieron a la apertura. Según recoge el ‘Official Report’ de los Juegos, el diario alemán Frankfurter Allgemeine informó de ceremonia y el ambiente que se respiraba señalando que “they are the little heroes of the Games. The Barcelona volunteers have put themselves at the service of the fascination of Olympia”, mientras que el italiano Le Figaro decía que “Barcelona is not a city, it is a slogan. Since July 25, Barcelona has been a daily miracle (…), offering the gift of the temples of Olympia: prayer, beauty and genius. It is a gift of the gods”.

domingo, 20 de octubre de 2013

El Mare Nostrum durante Barcelona’92: Empúries


A pesar de que había quedado superado hacía mucho el debate sobre si los Juegos Olímpicos debían ser organizados por Grecia a perpetuidad o ser un evento mundial, la organización de Barcelona 1992 quiso convertir al mar que baña Barcelona y Catalunya en un emblema de la XXV Olimpiada. Igual que lo fue en los II Juegos Mediterráneos de 1955 (Pernas 2012, 133). La historia de la capital catalana es inseparable del papel de este mar, y así se quiso dejar constancia durante dos de los momentos más emotivos en cada edición olímpica: el recorrido de la antorcha y la ceremonia de apertura.
Marián Aguilera, en Empúries (fuente: Barcelona Olímpica)
La ceremonia de bienvenida del fuego procedente de Olimpia no estaba concebida como un acto deportivo. Su intención era más la de homenajear la cultura mediterránea ancestral y mostrar que Empúries es ‘puerto, pacto, puerta y puente’. Empúries y por extensión Cataluña, ése era el mensaje. La retransmisión televisiva sirvió de gran vehículo para la difusión de este mensaje” (La Vanguardia 14 de junio 1992). Con este claro mensaje sobre el objetivo de la llegada de la antorcha olímpica al Empordà desde Grecia abría este diario su reportaje sobre el comienzo de la experiencia olímpica barcelonesa. El lugar escogido no fue cualquiera ni azaroso, como tampoco lo fue cuando se eligió un recorrido muy vinculado a Cristóbal Colón en 1968 (la anterior ocasión en que la antorcha visitó territorio español). Proveniente de Olimpia, la llama olímpica atravesó el Mediterráneo y “llegó a las nueve en punto de la noche, con precisión germánica, a la catalana playa de Empúries” (El País 14 de junio 1992).
Empúries, el núcleo de población griego mayor y más importante de la Península Ibérica, fue fundado por griegos de Focea con fines comerciales en torno al 600 a.C.. Fue el primer lugar conquistado por los romanos frente a los cartagineses en Hispania y mantuvo su preponderancia en la región durante siglos (Domínguez Monedero 2001, 130-131). La conexión que se quería hacer entre la Antigüedad griega y la XXV Olimpiada con un recorrido de la antorcha que seguía el esquema Olimpia > Atenas > Empúries > Barcelona era manifiesta. Antes de proseguir un peregrinaje por poblaciones catalanas primeras, y españolas después, hasta el 25 de julio de aquel año, el primer episodio de ese tour fue un cuidado espectáculo en distintos puntos del parque arqueológico de Empúries que contó con una nutrida presencia institucional encabezada por el president Jordi Pujol y el ministro Javier Solana.
La antorcha llegó en una barca al Moll Grec con gran solemnidad, recorrió bajo mucha ceremonialidad y teatralidad la playa ampurdanesa y acabó llegando a la neápolis, la extensión de la ciudad griega cuando ésta creció por su prosperidad (Estrabón 3, 4, 8-9). A partir de ahí, se sucedieron los discursos más las interpretaciones musicales y teatrales a cargo principalmente de conocidos artistas catalanes y españoles. Bajo la premisa “de la concordia entre los pueblos y la paz” y en el marco de las ruinas de la ciudad griega más occidental del extensísimo antiguo mundo griego. “La llama olímpica es la oferta generosa del espíritu griego de Olimpia a todos los pueblos de la tierra dispuestos a cooperar pacíficamente”, dicho por la griega Irene Papas, fue alguna de las frases pronunciadas.

lunes, 14 de octubre de 2013

Barcelona’92, bañada por el Mare Nostrum


La segunda y la tercera edición de los JJOO no tuvieron como sede a Atenas ni otro lugar griego, sino que París los organizó en 1900 y la estadounidense San Luís en 1904. Ambas ediciones fueron sendos fracasos, pues quedaron eclipsadas por las Expos que tuvieron lugar paralelamente en esas mismas ciudades. Sin la aprobación del COI ni de Coubertin, los griegos decidieron organizar unos Juegos Intercalados para 1906, en el décimo aniversario de la primera Olimpiada. Tuvo como sede a Atenas y al Estadio Panathenaikó, y la principal causa de este evento se debe al enfado que produjo en gran parte de los griegos el que los JJOO, una competición que consideraban suya, no siguiese celebrándose en Grecia y viajase a Francia y luego a EEUU. El nacionalismo griego argumentaba que las Olimpiadas tuvieron suelo griego como único escenario durante más de un milenio. Los griegos, que veían el olimpismo moderno como heredero del panhelenismo antiguo, no obstante consiguieron un éxito semejante al de 1896 y que con esos Juegos no oficiales el espíritu olímpico no se extinguiera antes de 1908 (Wallechinsky y Loucky 2008, 12).
Con los JJOO de Londres 1908 y Estocolmo 1912 se dio el definitivo espaldarazo a la competición, salvando un movimiento olímpico que retornó a la normalidad tras la Gran Guerra con Amberes 1920. Desde entonces todas las ediciones resultaron exitosas, con Berlín 1936 culminando esta etapa de crecimiento. Estos Juegos, aparte de ser un escaparate propagandístico del régimen nazi, acabaron de definir el tipo de evento que ha llegado hasta hoy: dos semanas donde una veintena de deportes desarrollan sus ‘mundiales’ albergados por una ciudad anfitriona que despliega todo su esfuerzo organizador bajo la mirada de todo el planeta. Desde el debut de la URSS en 1952, los Juegos fueron hasta 1988 un escenario más de la Guerra Fría. Los boicots y unos medalleros capitalizados por soviéticos y estadounidenses hicieron del olimpismo un reflejo del mundo bipolar (Miller 2004, 216-225). Y salvo la edición de 1960 en Roma, ninguna edición volvió a su región de origen, el Mediterráneo.
Barcelona 1992 fue el reencuentro de los Juegos con este mar y con el cálido y fértil clima mediterráneo. El olimpismo se reencontró con el aroma de la brisa marítima mezclada con el de cipreses, olivos y pinos. Con la alegría y la luminosidad. Bajo muchos de los ideales que acompañaban la celebración de los agones de siglos atrás, como la primacía de la competición entre atletas en vez del protagonismo de la política y los boicots. Atletas que eran seleccionados para la lid sin más requisitos que su capacidad física y su detreza, ya que quedaba definitivamente desterrada la absurda prohibición a los deportistas profesionales, una regla sin ningún tipo de conexión real con la Olimpia de la Antigüedad.

domingo, 6 de octubre de 2013

Primera Olimpiada de la era moderna: Atenas 1896


En la primera edición olímpica, Grecia se volcó en todos los aspectos: cuestaciones masivas, apoyo financiero de magnates locales, el soporte del gobierno y del rey Jorge (Georgios I, que nació en Dinamarca) y gran asistencia de público. El diploma a los primeros clasificados estaba escrito en griego con una representación de Niké y del Partenón y una alegoría de Hellas. También en griego estaban las entradas para los espectadores y todo cartel informativo utilizado. El rey inauguró los JJOO en una ceremonia de apertura dominada por la bandera nacional griega. Y el día elegido para esa ceremonia fue el 25 de marzo, es decir, el día que se conmemoraba el 75º aniversario del estallido de la guerra por la independencia griega frente a los turcos otomanos. El día nacional de Grecia. Según el calendario ortodoxo, pues según el occidental era el 5 de abril (desfase que provocó que varios atletas extranjeros llegasen tarde). Todo ello contribuyó a una atmósfera muy helénica en la primera edición, más parecida al panhelenismo antiguo que al internacionalismo pretendido por Coubertin.
El lugar donde se realizaron la ceremonia y donde se disputaron la mayoría de deportes fue el Estadio Panathinaikó, edificado en el siglo VI a.C. durante el gobierno de Pisístrato para celebrar los Juegos Panatenaicos en honor a Atenea, reconstruido en mármol tras la conquista de Atenas por Alejandro Magno y vuelto a reconstruir gracias al dinero de Averoff, un rico griego. Las Panateneas, totalmente independientes de las Olimpiadas, fueron organizadas en Atenas desde las reformas de Solón con un carácter sacro y político con competiciones atléticas, ecuestres, de lucha y musicales (Kyle 2007, 152-166). Igual que en la elección de sede, con Atenas en vez de Olimpia, se hacía una tergiversación del pasado olímpico mezclándolo con la gloria de la Atenas clásica. El himno compuesto para la apertura, convertido muchos años después en el oficial del COI, es una oda totalmente idealizada al olimpismo de la Antigüedad. Palamas, su autor, se inspiró en los poemas a Olimpia de Píndaro.
El cartel de Atenas 1896, en realidad la cubierta del Informe General, era una síntesis de la epopeya olímpica donde se aparecían los años 776 y 1896, una imagen de Heracles, el templo ateniense de Zeus Olímpico, el Partenón, el Estadio Panathinaikó recién restaurado, una columna de orden jónico, una muchacha con las ropas tradicionales (decimonónicas) griegas que simbolizaba a Atenea, diosa poliada ateniense, y no Zeus, a quien estaba consagrado el satuario de Olimpia y dos frases: Ολυμπιακοι αγονες y Jeux Olympiques. La medalla también se basaba en la iconografía clásica, con la cabeza de Zeus portando en su mano a la diosa Niké en el anverso y la Acrópolis con el Partenón en el reverso. Se alternaban elementos de la distante Olimpia con los de la capital de una nación que tres cuartos de siglos antes se independizaba (Martínez Gorroño 2005, 268-269; Miller 2004, 96-97).
Ni en esta edición, ni en la siguiente, hubo tres medallas otorgadas a los tres primeros clasificados de cada prueba. En la línea citada del amateurismo como ideal olímpico, el oro se consideraba un signo de opulencia, de modo que sólo se entregaba una medalla de plata al primer clasificado y una de bronce al segundo (una novedad premiar a alguien que no fuese al campeón, algo que no se produjo en ninguno de los agones antiguos). Pero desde San Luis 1904 sí que se decidió entregar medallas de oro, plata y bronce a los tres primeros clasificados. La razón de elegir esta gradación entre los tres metales, como paralelo a los méritos deportivos, se recogió del mito de las Edades del poeta épico Hesiodo. Aunque su relato no tenía nada que ver con el agonismo, sino que se encuadraba en el catálogo de leyendas mitológicas de los 'Trabajos y los Días', a los fundadores del olimpismo moderno les resultó atractivo asemejar un vencedor olímpico con el hombre de la primera edad de oro, al subcampeón con el de la segunda edad de plata y al tercero con el de la tercera edad de bronce (Buitrón y Riego 2004, 42; Hesiodo Trab. y días 109-202).
Las actas del Congreso de 1894 recogen la necesidad de desarrollar en los JJOO modernos un programa que mezclara pruebas de la Antigüedad, o al menos inspiradas, y deportes contemporáneos: “¿Qué deportes, ya sea de tradición antigua o actuales, pueden ser incluidos en los Juegos Olímpicos? (…) el Sr. Coubertin señaló, con relación a los antiguos ejercicios físicos y los modernos, que muchos deportes que eran desconocidos para los griegos deberían incluirse en la competición, como el remo”. Si 23 eran las pruebas que en el 200 a.C. que integraban el programa de Olimpia, se quiso hacer corresponder las carreras stadion, diaulos y dolichos, el salto de longitud y los lanzamientos con las pruebas del atletismo, palé con la lucha y las diversas carreras de caballos y carros con las tres pruebas de hípica (saltos, doma y concurso completo). El pugilato, que correspondería con el boxeo, no fue introducido en el programa olímpico hasta 1904 (Wallechinsky y Loucky 2008).
El pentathlon, que reunía las cinco cualidades que debía distinguir a un stratiotes griego (correr, luchar, saltar, lanzar una lanza y un disco) fueron reconvertidas en el pentatlón moderno en 1912, creación personal de Coubertin con las cualidades que, según él, estaban presentes en el buen soldado de la época (correr, nadar, montar en caballo, disparar una pistola y combatir con espada). La gimnasia, tomándose el modelo practicado en Alemania, era un guiño cogido ‘por los pelos’ al gymnasion griego. Los deportes modernos que se incluyeron fueron ciclismo, esgrima, tiro con armas de fuego, natación, vela (sólo para miembros de la Marina griega), tenis y halterofilia.
Spiridon Louis, galardonado como ganador de la primera maratón (fuente: IOC)
Las dos pruebas que más expectación causaron entre el público griego, creadas ex profeso y desconocidas hasta esos JJOO, fueron el lanzamiento de disco y el maratón. Buscaban un nexo más con los antiguos ancestros helenos. El disco, por la enorme fuerza simbólica que transmitía la escultura del Discóbolo de Mirón, resultó una seria decepción para los espectadores ya que ganó un estadounidense. Por contra, el griego Spiridon Louis se convirtió en un verdadero héroe nacional tras vencer en la carrera de maratón. Esta prueba no fue un vínculo que se fabricó con el deporte de la Grecia antigua, sino con uno de los momentos claves del siglo V a.C.: las Guerras Médicas. Más exactamente, cuando tras la batalla de Maratón el mensajero Filípides corrió al asty de Atenas para anunciar la victoria sobre los persas. No fue una gesta deportiva ni olímpica, sólo un hecho bélico ensalzado por la Atenas clásica del que se haría eco la nación de Grecia en 1896. El filólogo Bréal aconsejó introducir 40 km de carrera pensando en aquel hoplita para reforzar el legado clásico en ese nuevo olimpismo.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Restauración de los Juegos Olímpicos: ¿nacen o renacen?


Los participantes de las olimpiadas griegas decimonónicas eran gente normal sin distinción de clase (entre los vencedores hubo un carnicero, un cantero o un albañil) que chocaba con el sport elitista que se realizaba en Reino Unido y del que bebería el barón francés. Éste se encontraba de visita por la Inglaterra victoriana para empaparse y comprender mejor la práctica de una actividad, el sport, que se encontraba en pleno crecimiento. En una sociedad industrial con unas diferencias sociales bastante acentuadas, como se ve mediante la lectura de Dickens, la práctica de actividades deportivas fue un reflejo de esas circunstancias. Como a mitad de la centuria los deportes que realizaba la clase burguesa estaban cada vez más vetados al resto de la población, se fue consolidando la teoría del deporte amateur. Es decir, que sólo fuera practicado como entretenimiento y jamás como profesión. En la práctica significaba que el deporte amateur debía ser algo exclusivo de la alta sociedad, pues nadie de la working class podría permitirse sobrevivir dedicándose a competir si carecía de ingresos por ello. En los Estados Unidos, con una sociedad sin el componente aristocrático y donde los deportes que más triunfaban eran en equipo, toda esa teorización del amateurismo tuvo menos relevancia (Bádenas 2005, 89-94; González Aja 2005, 238-240).
En el marco de las reformas educativas de la III República Francesa, Coubertin vio que el sistema británico daba gran importancia al ejercicio físico como medio de desarrollar el cuerpo, la disciplina y la integridad de la persona, así que creyó conveniente transmitir esa idea del deporte como vía para la educación en su país. Con una idea de deporte de élite, expresada en su frase “juegos para una élite: una élite de contendientes, pocos en número pero comprendiendo a los atletas campeones del mundo (Coubertin 1931, 50), pero que imbuía de un internacionalismo entonces en boga por la moda de las ‘Expos’, fue aceptada por las autoridades francesas a través de la Union des Sociétés Fraçaises des Sports Athléthiques, institución que acabaría fracasando. Por eso, Coubertin necesitó de un elemento que potenciara su idea: la recuperación de un olimpismo totalmente edulcorado y adaptado al tipo de sport amateur antes mencionado, un vínculo que internacionalizara su proyecto y lo hiciera atractivo para los intelectuales al asociarse con el prestigioso pasado de la Antigüedad griega (Martínez Gorroño 2005, 248-268).
Coubertin habló de su idea de unos Juegos Olímpicos en un discurso pronunciado en la Universidad de la Sorbona en 1892, pero no se haría realidad hasta dos años después en una conferencia internacional en el mismo lugar. Allí se declararon “restablecidos” los Juegos Olímpicos con la siguiente frase solemne: “Hemos votado unánimemente por la restauración de una idea con dos mil años de antigüedad, el Olimpismo de la antigua Hélade emerge después de muchos siglos” (Actas del Congreso de París de 1894). Quienes habían votado tal aspecto eran mayoritariamente nobles, profesores universitarios y otros ‘honrosos’ oficios de Francia, Grecia, Rusia, Suecia, EEUU, Bohemia, Hungría, Reino Unido, Argentina, Nueva Zelanda, Italia, Bélgica y Alemania. A pesar de tan nutrida presencia internacional, en los JJOO de 1896 participarían sólo, aparte de una inmensa mayoría de griegos, algunos turistas, trabajadores de embajadas en Atenas y muy pocos deportistas internacionales (González Aja 2005, 242-243). En las actas del Congreso de 1894 hubo numerosas referencias a la idea de que no se inauguraba algo, sino que simplemente se salía de un letargo:
El autor comenzó por considerar los Juegos Olímpicos tal y como eran en tiempos antiguos. Observó que la competición más importante era el pentatlón, que consistía en cinco disciplinas. Para poder competir, el atleta debía despuntar en todas ellas; esto prueba hasta qué punto los griegos tenían en mayor estima un desarrollo armónico de la fuerza y la agilidad (…) Se incluía aquí el asunto de la calificación de los concursantes. ¿Deberían ser excluidos de la competición olímpica aquellos candidatos que hayan cumplido sentencias en prisión, como sucedía en la Antigua Grecia? (…) Considerando que no cabe duda acerca de los beneficios que tendría el restablecimiento de los Juegos Olímpicos, tanto por motivos atléticos como por razones morales e internacionales, la Comisión propuso un voto a favor del restablecimiento de los Juegos (…) en concordancia con las necesidades de la vida moderna (…) Siguiendo estas observaciones, la Comisión avanzó el voto de que los Juegos Olímpicos fuesen celebrados cada cuatro años, y que la fecha de los primeros quedase fijada para 1896” (Actas del Congreso de París de 1894).
Además, en esas actas se afirmaba la decisión de que sólo podrían participar atletas amateurs, que nunca hubieran sido profesionales, pervirtiendo la creencia de que durante el esplendor de la Grecia clásica los atletas eran los antecesores de quienes practicaban sport en la Inglaterra victoriana. Existía una corriente historiográfica, dentro de la cual Mahaffy influiría mucho a esta norma del COI, que sostenía que en la Atenas del siglo V a.C. todos eran amateurs en sus campos: Sócrates, Sófocles, Fidias, Tucídides, etc. Y el vencedor en Olimpia era un aristócrata cuya victoria era simplemente la corona vegetal sacra más el clamor de su polis. En realidad, recibían grandiosas recompensas por sus victorias (Miller 2004, 207-215). Por tanto, el Helenismo significaba la decadencia de las Olimpiadas porque progresivamente se habían llenado de profesionales. Por otra parte, y al igual que ocurría en la Grecia antigua, sólo podrían participar hombres (Miller 2004, 150-159). El deporte que planteaba Coubertin era una actividad física competitiva masculina en que la mujer tenía un papel secundario, igual que en la mentalidad europea del siglo XIX la fuerza del hombre tenía un alto valor social y patriótico.
Se había creado un olimpismo que sólo miraba al de la Antigüedad parcialmente, obviando las partes incomodas (el profesionalismo, o que las mismas fuentes hablan de la necesidad de castigar a los tramposos porque las trampas existían) y construyendo un ideal de pureza que coincidía con el Clasicismo antes de caer en la degeneración. Los JJOO de 1896 nacían como una adaptación moderna de la antigua institución, y se decidió que la primera edición volviera a casa. Pero la rural y abandonada Olimpia no podría hacerse cargo de ello, optándose por la ciudad de Atenas (Kyle 2007, 94-96).

jueves, 26 de septiembre de 2013

Recuperación de la Antigüedad: Olimpia y sus agones


Los Juegos de Barcelona en 1992 fueron los de la XXV Olimpiada de la era moderna, un criterio cronológico que repetía el sistema empleado por los antiguos griegos. Éstos llegaron a basar su cronología absoluta en el listado de las Olimpiadas, estableciendo la primera en los primeros Juegos Olímpicos de los que se conoce ganador: el corredor Coroibos en el 776 a.C. Pero, ¿cuál es el criterio para enumerar las Olimpiadas modernas, cuál fue la I Olimpiada? Pues el primer evento con el nombre de ‘Juegos Olímpicos’ celebrado en suelo griego tras un milenio y medio desde que fueron cancelados los originales.
Tras el edicto de Teodosio I prohibiendo en 393 las actividades agonísticas en Grecia, orden reiterada por Teodosio II, el fin del culto pagano, el cristianismo y también las invasiones bárbaras hicieron que el santuario de Olimpia cayera en el olvido y acabara enterrado por terremotos, el paso del tiempo y las inundaciones del voluble río Alfeo. En el siglo XVIII algunos aficionados y arqueólogos ingleses, franceses y alemanes se interesaron por el emplazamiento del antiguo santuario, visitando el lugar y escribiendo descripciones de las ruinas que aún sobresalían. El filohelenismo aumentó con fuerza en Europa en la siguiente centuria, y con ello expediciones arqueológicas como la que un equipo francés realizó en la zona del Templo de Zeus en 1829. En 1852 otro grupo, financiado por el gobierno prusiano, vería su proyecto paralizado por cuestiones burocráticas, no reemprendiéndose hasta una veintena de años después (Durántez 1977, 315-318).
En 1870 Schliemann desenterró las ruinas de Troya y en 1877 las de Micenas. Aquello supuso un impulso enorme al interés académico por el mundo griego y por su estudio a través de la Arqueología. Un estado griego aún en pañales y ansioso por legitimarse a través del pasado permitió que el gobierno alemán tuviera los permisos para reanudar las excavaciones en Olimpia (Hamilakis 2007, 57-124). Durante un total de seis campañas, y desde 1875 hasta un lustro más tarde, los arqueólogos alemanes, a pesar de recurrir a las técnicas decimonónicas que hoy serían impensables, llevaron a cabo un minucioso trabajo en el valle de Olimpia sondeando y sacando a la luz todos los edificios que habían integrado el santuario panhelénico (los distintos templos, el estadio, el hipódromo, gimnasios, etc.) más estatuas, cerámicas y otros restos (Durántez 1977, 318-324; Miller 2004, 87-112). Ese trabajo, una vez publicado con el título ‘Olimpia, los resultados de las excavaciones llevadas a cabo por el Imperio Alemán’, aumentaría el atractivo en el campo de los historiadores, y fuera del académico, por aquellos certámenes atléticos parecidos al sport de entonces que reunía cada cuatro años al mundo griego de la Antigüedad.
Encendido de la antorcha de Sochi 2014 (fuente: autor)
Pero las Olimpiadas ya se conocían a través de las fuentes literarias, y en el siglo XIX se había intentado en varios lugares y con distintas concepciones, pero nunca con demasiado éxito, recuperar las competiciones deportivas olímpicas. Ejemplo de estos intentos fueron los ‘Prix Olympiadiques’ que la administración francesa de Corfú realizó en tiempos de Napoleón, los Juegos Griegos en una Polonia que en 1830 vivía una revolución liberal que acabó frustrando Rusia o los juegos de ‘Olympia’ financiados por el magnate Zappas y por la familia real griega de 1859 cuya segunda edición tuvo que esperar once años y la tercera cinco más. Esta última competición, concebida por y para griegos y que se celebró en el Estadio Panathinaikó ateniense, buscaba resucitar con la mayor fidelidad (a pesar de tener una distinta ubicación) las Olimpiadas antiguas: panhelenismo, imitación de las pruebas (tres tipos de carreras, salto, lucha, lanzamiento de disco y jabalina), etc. El helenista irlandés de clase alta Mahaffy asistió a la tercera edición, narrándola con sumo desprecio por la participación de gente sin buena cuna. Su descripción fue leída por Coubertin (Bádenas 2005, 95-98).

miércoles, 25 de septiembre de 2013

¿Legado de los Juegos Olímpicos antiguos en los modernos?


¿Qué quedaba en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 de las pruebas deportivas que se celebraron durante más de un milenio en el santuario de Olimpia? La relación no se limitaba a la etimología pues la restauración del olimpismo, a finales del siglo XIX, se realizó a la par que se rescataron numerosos elementos que legitimaran los Juegos para poder llevar el apellido de Olímpicos. En la Antigüedad eran un certamen de hondo significado religioso, social, económico, político-‘nacionalista’, deportivo, etc. desde el Arcaísmo hasta la Tardoantigüedad, sin suspenderse ninguna edición. También hoy es un acontecimiento de primera fila y de relevancia mundial. Quitando la cuestión religiosa, que no existe, tiene enorme trascendencia en los mismos campos que enumeré antes. ¿Dónde si no en la sesión del COI, para elegir una ciudad sede, o en la ceremonia de apertura se reunirían los principales líderes del mundo? Al acto en que Londres, Madrid, París, Nueva York y Moscú sabrían si eran la elegida para albergar los JJ. OO. del 2012 acudieron, defendiendo sus ciudades, Tony Blair, Zapatero, la Reina, Jacques Chirac, la entonces senadora Hillary Clinton y Vladimir Putin (El Mundo, 6 de julio 2005).
Sin duda los JJOO son un acontecimiento que debe mucho al legado y a la simbología de la Antigüedad griega, naciendo a la par del estudio del mundo grecorromano desde la segunda mitad del siglo XIX. Las Humanidades y la sociedad en general ha mostrado desde entonces un interés especial por ese mundo. Ese legado y esa simbología protagonizarán las siguientes entradas, que se centrarán en las dos ediciones que albergó Grecia, el país que se considera y es considerado sucesor del mundo griego antiguo, y en los Juegos de Barcelona. Igualmente celebrados en el marco del mar Mediterráneo, también se puede rastrear en ellos elementos que buscaban el nexo con el atletismo antiguo.
El primer apartado será un paseo por la recuperación del fenómeno olímpico, cómo se levantó un edificio que sólo quedaba vivo en las obras de los autores grecorromanos y bajo la tierra del valle del Alfeo que iría siendo excavada y que, para legitimarse tras un lapso temporal tan largo, necesitaba una profunda búsqueda de elementos que conectasen con aquel legado. La primera edición de los Juegos Olímpicos modernos es un ejemplo estupendo de esa búsqueda de nexos, muchas veces artificiales, ante el inmenso reto que comenzaba de cero algo que se quería convertir en la continuación de un evento con tres milenios de historia. Queriendo olvidar el milenio y medio de vacío.
El segundo bloque de entradas estará relacionado con dos momentos muy simbólicos de Barcelona’92 y que, precisamente por ese valor alegórico, fueron diseñados para recordar y homenajear el pasado de la tierra catalana, que enraiza en las tres de las grandes civilizaciones del Mediterráneo antiguo: la fenicia, la griega y la romana. Barcelona es una ciudad vinculada con el olimpismo desde la misma Antigüedad, porque en de la Barcino romana hubo un patricio con ciudadanía romana, Lucius Minicius Natalis, que consiguió proclamarse campeón olímpico en la carrera de carros del 129 d.C. Por último, se analizará cómo Atenas persiguió volver a ser sede olímpica y cómo volvió a recurrir al legado de la Antigüedad para configurar el contenido de los JJOO del 2004.

domingo, 2 de junio de 2013

Sentido y presentación de este blog

La historia de los Juegos Olímpicos se remonta a la arcaica Antigüedad griega y ha perdurado hasta hoy. Agrupa desde las anécdotas de aquellos atletas desnudos a los actuales deportistas profesionales, desde el santuario de Olimpia a las grandes metrópolis del planeta, de las circunstancias del mundo griego antiguo a las de la época contemporánea y, en definitiva, todo aquello que ha ido evolucionando y aquello que se ha repetido a lo largo de treinta siglos: valores y elementos que durante tres milenios han ido definiendo al Movimiento Olímpico. En Barcelona 1992, una de las ediciones olímpicas que mejor recuerdo y legado han dejado, se pueden rastrear muchos de esas caracteristicas que configuran esta experiencia humana tan añeja y universal.
Este blog, creado durante mis investigaciones desarrolladas en el Centre d'Estudis Olímpics JA Samaranch, se va ir renovando desde un lugar excepcional: la Academia Olímpica Internacional, situada en Olimpia junto al corazón enterrado de Coubertin y junto al mismo estadio. Se publicarán breves artículos que, realizados desde el rigor de la investigación histórica, intentarán hacer conocer cómo existen muchas conexiones y rasgos en común entre el agonismo de la Grecia antigua y el olimpismo contemporáneo.  Que las competiciones que realizaban los griegos no son sólo alimento de museos academicistas , sino que muchos ideales y muchas características pueden rastrearse en la actualidad. Concretamente, en unos Juegos Olímpicos de 1992 que servirán en este bloc como un armónico leitmotiv que irá guiando cada tema que se irá tratando.
Por último, una declaración de intenciones. Las circuntancias de las eras Antigua y Contemporánea en que se desarrollaron los dos periodos de Juegos Olímpicos son totalmente diferentes, y las diferencias son más que notables y numerosas. La Historia es el cambio evolutivo del ser humano que vive en sociedad, pero igual que existen las variables existe una constante: el ser humano en toda su dimensión. De tal modo que una investigación sobre aquellos puntos en común entre fenómenos que difieren decenas de centurias no es una labor interesada ni artificial. Porque la etimología de ‘olimpia’ no es una coincidencia aislada.
Antes de la ceremonia de Sochi 2014, en las habitaciones (fuente: autor)